Tema de hoy: Yo
fui creado para ¿ …..…. ?
Un santo y un monje con humor me ayudan a reflexionar.
Principio
y fundamento (San Ignacio de Loyola):
"El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir
a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su alma; y las otras cosas sobre
la haz de la tierra son criadas para el hombre, y para que le ayuden en la
prosecución del fin para que es
criado. De donde se sigue, que el hombre tanto ha de usar de ellas, cuanto le ayudan para su fin, y tanto debe quitarse de ellas, cuanto
para ello le impiden. Por lo cual es necesario hacernos indiferentes a todas las cosas creadas, en todo lo que es concedido
a la libertad de nuestro libre elegir, y no
le está prohibido; en tal manera, que no queramos de nuestra parte más
salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que
corta, y por consiguiente en todo lo demás; solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que
somos criados."
Cuestionario: Según el texto que leiste de San Ignacio tratá de responder las siguientes preguntas.
1) ¿para qué fui creado? ¿Cuál es mi fin?
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2) ¿para qué vine al mundo? ¿Cuál es mi misión?
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3) ¿Sé elegir los medios adecuados para conseguirlo?
¿Qué medios elijo? ¿cuáles son las cosas que me importan en la vida?
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4) ¿Sé distinguir las cosas que me impiden para
llegar al fin?
¿en dónde tengo puesto el corazón? ¿qué cosas me
alegran el alma y qué cosas me angustian? ¿Vale la pena alegrarse o angustiarse
por eso?
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5) ¿Jesús me da la clave para descubrir mi propio
fin?
¿quiero seguir a Jesús realmente?
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Una vez un catamarqueño, que andaba repechando la cordillera, encontró entre las rocas de las cumbres un extraño huevo. Era demasiado grande para ser de gallina. Además hubiera sido difícil que este animal llegara hasta allá para depositarlo. Y resultaba demasiado chico para ser de avestruz.
No sabiéndolo que era, decidió llevárselo. Cuando llegó a su casa, se lo entregó a la patrona, que justamente tenía una pava empollando una nidada de huevos recién colocados. Viendo que más o menos era del tamaño de los otros, fue y lo colocó también a éste debajo de la pava clueca.
Dio la casualidad que para cuando empezaron a romper los cascarones los pavitos, también lo hizo el pichón que se empollaba en el huevo traído de las cumbres. Y aunque resultó un animalito no del todo igual, no desentonaba demasiado del resto de la nidada. Y sin embargo se trataba de un pichón de cóndor. Si señor, de cóndor, como usted oye. Aunque había nacido al calor de la pava clueca, la vida le venía de otra fuente.
Como no tenía de donde aprender otra cosa, el bichito imitó lo que veía hacer. Piaba como los otros pavitos, y seguía a la pava grande en busca de gusanitos, semillas y desperdicios. Escarbaba la tierra, y a los saltos trataba de arrancar las frutitas maduras del tutiá. Vivía en el gallinero, y le tenía miedo a los cuzcos lanudos que muchas veces venían a disputarle lo que la patrona tiraba en el patio de atrás, después de las comidas. De noche se subía a las ramas del algarrobo por miedo de las comadrejas y otras alimañas. Vivía totalmente en la pavada, haciendo lo que veía hacer a los demás.
A veces se sentía un poco extraño. Sobre todo cuando tenía oportunidad de estar a solas. Pero no era frecuente que lo dejaran solo. El pavo no aguanta la soledad, ni soporta que otros se dediquen a ella. Es bicho de andar siempre en bandada, sacando pecho para impresionar, abriendo la cola y arrastrando el ala. Cualquier cosa que los impresione, es inmediatamente respondida con una sonora burla. Cosa muy típica de estos pajarones, que a pesar de ser grandes, no vuelan.
Un mediodía de cielo claro y nubes blancas allá en las alturas, nuestro animalito quedó sorprendido al ver unas extrañas aves que planeaban majestuosas, casi sin mover las alas. Sintió como un sacudón en lo profundo de su ser. Algo así como un llamado viejo que quería despertarlo en lo íntimo de sus fibras. Sus ojos acostumbrados a mirar siempre el suelo en busca de comida, no lograban distinguir lo que sucedía en las alturas. Pero su corazón despertó a una nostalgia poderosa. ¿Y él, porqué no volaba así? El corazón le latió apresurado y ansioso.
Pero en ese momento se le acercó una pava preguntándole lo que estaba haciendo. Se rió de el cuando sintió su confidencia. Le dijo que era un romántico, y que se dejara de tonterías. Ellos estaban en otra cosa. Tenía que ser realista y acompañarla a un lugar donde había encontrado mucha frutita madura y todo tipo de gusanos.
Desorientado el pobre animalito se dejó sacar de su embrujo y siguió a su compañera que lo devolvió a la pavada. Retomó su vida normal, siempre atormentado por una profunda insatisfacción interior que lo hacia sentir extraño.
Nunca descubrió su verdadera identidad de cóndor. Y llegado a viejo, un día murió. Sí, lamentablemente murió en la pavada como había vivido.
¡Y pensar que había nacido para las cumbres!
Última actividad:
Relacioná el contenido del cuento con algunas de tus respuestas de las preguntas 1 a 4.
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