Un nuevo año cogrega a muchos jóvenes y familias a caminar hacia el santuario más famoso y popular de nuestra Argentina. El Santuario de la Santísima Virgen de Luján.
Este año bajo el lema: "Madre danos tu mirada para vivir como hermanos" se nos invita a caminar rezando y reflexionando con estas palabras.
Los motivos se repiten año tras año.
Peregrinar para pedir una gracia o bajo una intención; para pedir la salud de un familiar o ser querido, para realizar una promesa a Dios, para agradecer, para rezar de otra manera como Iglesia, para llevar la cruz de la vida bajo el amparo de la Virgen de Luján, o para encontrar algún sentido que no se tiene.
Te invito a entrar en la página oficial dónde encontrarás todo lo que querés saber acerca de esta manifestación de fe, de amor y de esperanza que empezó en 1972 con algunos jóvenes que partieron desde el Santuario de San José de Flores y que nunca imaginaron lo que podría llegar a ser.
Te dejo el link más importante de la peregrinación a pie a Luján donde encontrarás:
La historia de la imagen y del santuario.
Información sobre la peregrinación y su historia
Si vas caminando, el mapa de la peregrinación y los puestos sanitarios
Si querés ayudar, el espacio para anotarse en el voluntariado.
Descarga de videos, spot publicitario e información de difusión.
Contacto entre los peregrinos a través de las redes sociales facebook y tweeter
Oraciones, novena a la Virgen de Luján y lugar de Bautismos e intenciones.
En esta homilía del Papa Francisco en el día de la canonización de la Madre Teresa de Calcuta se nos explica cómo la vida de una persona es un misterio. El misterio de cómo respondemos a nuestra propia vocación.
Cada uno de nosotros tiene un llamado interior el cual debe buscar con todo el corazón. La respuesta a ese llamado se traduce en lo que hacemos en nuestra vida.
Son los santos los que responden con acierto a la pregunta: ¿Para que estoy hecho? ¿En qué cosas debo gastar mi vida?
Actividad:
Descubrí en esta homilía cuál fue la respuesta concreta de la Santa Madre Teresa de Calcuta al llamado de Dios en su vida.
¿Qué dice la Biblia sobre el misterio de la vocación humana?
¿Cómo ha realizado su obra de caridad y misericordia en la India? recordemos que es un lugar donde conviven varias religiones (budismo, cristianismo, hinduismo, islam) y donde convergen ricos y pobres que conviven en un país de muchísima población.
¿Qué significa para nosotros tener una santa como ella en el año jubilar de la misericordia?
Animate a responder.
Homilía del Papa
Francisco:
«¿Quién
comprende lo que Dios quiere?» (Sb 9,13). Este interrogante del libro de la
Sabiduría, que hemos escuchado en la primera lectura, nos presenta nuestra vida
como un misterio, cuya clave de interpretación no poseemos. Los protagonistas
de la historia son siempre dos: por un lado, Dios, y por otro, los hombres.
Nuestra tarea es la de escuchar la llamada de Dios y luego aceptar su voluntad.
Pero para cumplirla sin vacilación debemos ponernos esta pregunta. ¿Cuál es la
voluntad de Dios en mi vida?
La respuesta la encontramos en el mismo texto sapiencial: «Los
hombres aprendieron lo que te agrada» (v. 18). Para reconocer la llamada de
Dios, debemos preguntarnos y comprender qué es lo que le gusta. En muchas
ocasiones, los profetas anunciaron lo que le agrada al Señor. Su mensaje
encuentra una síntesis admirable en la expresión: «Misericordia quiero y no
sacrificios» (Os 6,6; Mt 9,13). A Dios le agrada toda obra de misericordia,
porque en el hermano que ayudamos reconocemos el rostro de Dios que nadie puede
ver (cf. Jn 1,18). Y cada vez que nos hemos inclinado ante las necesidades de
los hermanos, hemos dado de comer y de beber a Jesús; hemos vestido, ayudado y
visitado al Hijo de Dios (cf. Mt 25,40): es decir, hemos tocado la carne de
Cristo.
Estamos llamados a concretar en la realidad lo que invocamos en la oración y
profesamos en la fe. No hay alternativa a la caridad: quienes se ponen al
servicio de los hermanos, aunque no lo sepan, son quienes aman a Dios (cf. 1 Jn
3,16-18; St 2,14-18). Sin embargo, la vida cristiana no es una simple ayuda que
se presta en un momento de necesidad. Si fuera así, sería sin duda un hermoso
sentimiento de humana solidaridad que produce un beneficio inmediato, pero
sería estéril porque no tiene raíz. Por el contrario, el compromiso que el
Señor pide es el de una vocación a la caridad con la que cada discípulo de
Cristo lo sirve con su propia vida, para crecer cada día en el amor.
Hemos escuchado en el Evangelio que «mucha gente acompañaba a Jesús» (Lc
14,25). Hoy aquella «gente» está representada por el amplio mundo del
voluntariado, presente aquí con ocasión del Jubileo de la Misericordia.
Vosotros sois esa gente que sigue al Maestro y que hace visible su amor
concreto hacia cada persona. Os repito las palabras del apóstol Pablo: «He
experimentado gran gozo y consuelo por tu amor, ya que, gracias a ti, los
corazones de los creyentes han encontrado alivio» (Flm 1,7). Cuántos corazones
confortan los voluntarios. Cuántas manos sostienen; cuántas lágrimas secan;
cuánto amor derraman en el servicio escondido, humilde y desinteresado. Este
loable servicio da voz a la fe - ¡da voz a la fe! y expresa la misericordia del
Padre que está cerca de quien pasa necesidad.
El seguimiento de Jesús es un compromiso serio y al mismo tiempo gozoso;
requiere radicalidad y esfuerzo para reconocer al divino Maestro en los más
pobres y descartados de la vida y ponerse a su servicio. Por esto, los
voluntarios que sirven a los últimos y a los necesitados por amor a Jesús no
esperan ningún agradecimiento ni gratificación, sino que renuncian a todo esto
porque han descubierto el verdadero amor. Y cada uno de nosotros puede decir:
‘Igual que el Señor ha venido a mi encuentro y se ha inclinado sobre mí en el
momento de necesidad, así también yo salgo al encuentro de él y me inclino
sobre quienes han perdido la fe o viven como si Dios no existiera, sobre los
jóvenes sin valores e ideales, sobre las familias en crisis, sobre los enfermos
y los encarcelados, sobre los refugiados e inmigrantes, sobre los débiles e
indefensos en el cuerpo y en el espíritu, sobre los menores abandonados a sí
mismos, como también sobre los ancianos dejados solos. Dondequiera que haya una
mano extendida que pide ayuda para ponerse en pie, allí debe estar nuestra
presencia y la presencia de la Iglesia que sostiene y da esperanza’ Y hacer
esto con la memoria viva de la mano tendida del Señor sobre mí, cuando estaba
caído.
Madre Teresa, a lo largo de toda su existencia, ha sido una generosa
dispensadora de la misericordia divina, poniéndose a disposición de todos por
medio de la acogida y la defensa de la vida humana, tanto la no nacida como la
abandonada y descartada. Se ha comprometido en la defensa de la vida
proclamando incesantemente que «el no nacido es el más débil, el más pequeño,
el más pobre». Se ha inclinado sobre las personas desfallecidas, que mueren
abandonadas al borde de las calles, reconociendo la dignidad que Dios les había
dado; ha hecho sentir su voz a los poderosos de la tierra, para que
reconocieran sus culpas ante los crímenes - ¡ante los crímenes! - de la pobreza
creada por ellos mismos. La misericordia ha sido para ella la «sal» que daba
sabor a cada obra suya, y la «luz» que iluminaba las tinieblas de los que no
tenían ni siquiera lágrimas para llorar - para llorar - su pobreza y
sufrimiento.
Su misión en las periferias de las ciudades y en las periferias existenciales
permanece en nuestros días como testimonio elocuente de la cercanía de Dios
hacia los más pobres entre los pobres. ¡Hoy entrego esta emblemática figura de
mujer y de consagrada a todo el mundo del voluntariado: que ella sea vuestro
modelo de santidad! Pienso, quizá, que tendremos un poco de dificultad en
llamarla Santa Teresa: su santidad está tan cerca de nosotros, tan tierna y
fecunda que espontáneamente la seguiremos llamando: ¿madre Teresa’... Esta
incansable trabajadora de la misericordia nos ayude a comprender cada vez más
que nuestro único criterio de acción es el amor gratuito, libre de toda
ideología y de todo vínculo y derramado sobre todos sin distinción de lengua,
cultura, raza o religión. Madre Teresa amaba decir: «Tal vez no hablo su
idioma, pero puedo sonreír». Llevemos en el corazón su sonrisa y entreguémosla
a todos los que encontremos en nuestro camino, especialmente a los que sufren.
Abriremos así horizontes de alegría y esperanza a toda esa humanidad desanimada
y necesitada de comprensión y ternura.
La madre Teresa de Calcuta es Santa.
Decubrí su vida y su obra con este video.
Escribí 3 frases de la Madre Teresa de Calcuta que más te hayan impactado y ponelas bien grande en tu agenda, cuaderno, cartel de corcho, u oficina para recordar durante este año.
Otra semblanza memorable para este año en el cual, será canonizado. Se trata de José Gabriel del Rosario Brochero. Una vida de enorme calibre humano y espiritual que se volcó por entero al bien de sus feligreses, haciéndolos progresar no solo espiritualmente sino también de modo humano.
Su semblanza en este espacio para que sepamos a quien tenemos en el Cielo intercediendo por nosotros.
Vida y obra del Cura Brochero.
Nació
en los aledaños de Santa Rosa de Río Primero (Córdoba) el 16 de marzo de 1840.
Era el cuarto de diez hermanos, que vivían de las tareas rurales de su padre.
Creció en el seno de una familia de profunda vida cristiana. Dos de sus
hermanas fueron religiosas del Huerto.
Habiendo ingresado al Colegio Seminario
Ntra. Sra. de Loreto el 5 de marzo de 1856, fue ordenado sacerdote el 4 de
noviembre de 1866. Como ayudante de las tareas pastorales de la Catedral de
Córdoba, desempeñó su ministerio sacerdotal durante la epidemia de cólera que
desbastó a la ciudad. Siendo Prefecto de Estudios del Seminario Mayor, obtuvo
el título de Maestro en filosofía por la Universidad de Córdoba.
A fines de
1869 asumió el extenso Curato de San Alberto de 4.336 kilómetros cuadrados. Con
poco más de 10.000 habitantes que vivían en lugares distantes sin caminos y sin
escuelas. Incomunicados por las Sierras Grandes de más de 2.000 metros de
altura. El estado moral y la indigencia material de sus habitantes eran
lamentables. El corazón apostólico de Brochero no se desanima, sino que desde
ese momento dedicara su vida toda no sólo a llevar el Evangelio sino a educar y
promocionar a sus habitantes. Al año siguiente de llegar, comenzó a llevar a
hombres y mujeres a Córdoba, para hacer los Ejercicios Espirituales. Recorrer
los 200 kilómetros requería tres días a lomo de mula, en caravanas que muchas
veces superaban las quinientas personas. Más de una vez fueron sorprendidos por
fuertes tormentas de nieve. Al regresar, luego de nueve días de silencio,
oración y penitencia sus feligreses iban cambiando de vida, siguiendo el
Evangelio y buscando el desarrollo económico de la zona.
En 1875, con la ayuda
de sus feligreses, comenzó la construcción de la Casa de Ejercicios de la
entonces Villa del Transito (localidad que hoy lleva su nombre). Fue inaugurada
en 1877 con tandas que superaron las 700 personas, pasando por la misma,
durante el ministerio parroquial del Siervo de Dios, más 40.000 personas. Para
complemento construyó la casa para las religiosas, el Colegio de niñas y la
residencia para los sacerdotes. Con sus feligreses construyó más de 200
kilómetros de caminos y varias iglesias, fundó pueblos y se preocupó por la
educación de todos. Solicitó ante las autoridades y obtuvo mensajerías, oficinas
de correo y estafetas telegráficas. Proyectó el ramal ferroviario que
atravesaría el Valle de Traslasierra uniendo Villa Dolores y Soto para sacar a
sus queridos serranos de la pobreza en que se encuentran. "abandonados de
todos pero no por Dios", como solía repetir.
Predicó el Evangelio
asumiendo el lenguaje de sus feligreses para hacerlo comprensible a sus
oyentes. Celebró los sacramentos, llevando siempre lo necesario para la Misa en
las ancas de su mula. Ningún enfermo quedaba sin los sacramentos, para lo cual
ni la lluvia ni el frío lo detenían. "Ya el diablo me va a robar un
alma", decía.
Se entregó por entero a todos, especialmente a los pobres y
alejados, a quienes buscó solicitadamente para acercarlos a Dios. Pocos días
después de su muerte, el diario católico de Córdoba escribe: "Es sabido
que el Cura Brochero contrajo la enfermedad que lo ha llevado a la tumba,
porque visitaba largo y hasta abrazaba a un leproso abandonado por ahí".
Debido a su enfermedad, renunció al Curato, viviendo unos años con sus hermanas
en su pueblo natal. Pero respondiendo a la solicitud de sus antiguos
feligreses, regresó a su casa de Villa del Tránsito, muriendo leproso y ciego
el 26 de enero de 1914.
Otro beato argentino es Ceferino Namuncurá, que sin duda alguna llegará a ser santo. Tratando de recordar su vida tan corta pero tan fructuosa. Para muchos es el punto de encuentro entra la gracia y la naturaleza humana.
Les dejo una semblanza del joven que ha iluminado nuestras vidas e intercede desde el Cielo por todos nosotros. Del rector mayor de los padres salesianos D. Pascual Chavez Villanueva.
Ceferino Namuncurá (1886-1905)
La
santidad de Ceferino es expresión y fruto de la espiritualidad juvenil
salesiana, una espiritualidad hecha de alegría, de amistad con Jesús y María,
de cumplimiento de los propios deberes y de entrega por los demás. Ceferino
representa la prueba más convincente de la fidelidad con la que los primeros
misioneros mandados por don Bosco lograron repetir aquello que él había hecho
en el Oratorio de Valdocco: formar jóvenes santos. Este sigue siendo
nuestro compromiso de hoy, en un mundo que necesita jóvenes impulsados por un
claro sentido de la vida, audaces en sus opciones y firmemente centrados en
Dios mientras sirven a los demás.
La vida
de Ceferino es una parábola de tan sólo 19 años, pero rica de enseñanzas.
Nació en
Chimpay el día 25 de agosto de 1886 y fue bautizado, dos años más tarde, por el
misionero salesiano don Milanesio, que había mediado en el acuerdo de paz entre
los mapuches y el ejército argentino, haciendo posible al papá de Ceferino
conservar el título de "gran cacique" para sí, y también el
territorio de Chimpay para su pueblo. Tenía 11 años cuando su padre lo
inscribió en una escuela estatal de Buenos Aires, pues quería hacer del hijo el
futuro defensor de su pueblo. Pero Ceferino no se encontró a gusto en aquel
centro y el padre lo pasó al colegio salesiano "Pío IX".